lunes, 29 de noviembre de 2010

elcuentoalrevés


Con la cara de imbécil y las manos en los bolsillos asumo que me he vuelto a equivocar. Seco las lágrimas con la manga de esa chaquetacoraza que aguanta todo lo que le echen y lo veo todo mucho más claro. Pienso que no hacía falta, pero comprendo que hasta ahora estaba leyendo el cuento al revés, gracias por darle la vuelta.

Decido enfrentarme a mi misma en un sábado de frío, manta y un litro de helado de chocolate con trozos de chocolate y sirope de chocolate que enfría las manos y  abriga las penas. Sigo con mis listas y la que acabo haciendo en mi tarde de solo me falta la chimenea encendida, mola; virtudes y defectos de los príncipes que van perdiendo color y al final son tan grisáceos que no los distingues en un día nublado.
Me río yo sola y me río de mí. Repito las frases y juego a volcarlas, removerlas y meterlas en una de esas cajas que irán al altillo con 30millones de vueltas de cinta aislante, esta es la última vez que ocupas un poco de espacio entre la manta y el helado, tú directo a la chimenea, yo me voy a dormir.

En la alfombra Candela y yo pintamos una Kitty con vestido verde y collar amarillo. ¿Tía mane, me dejas el azul? y yo pienso que todos deberíamos pedir las cosas con ese dulzura y esas ganas de tenerlas, seguro que las conseguiríamos más a menudo.
Domingo en construcción y limpieza curativa y terapéutica. Los consejos han llegado en capazos y yo los hago míos mientras les quito el polvo a los libros y a los recuerdos.
Cuando me voy a dormir las camisetas están perfectamente dobladas, la ropa que se había perdido aparece como si nunca se hubiera movido del sitio y en la habitación de al lado se planean escapadas.
Cuando me voy a dormir duermo, y hoy todo parece no-lunes. A ver si me acuerdo la próxima vez.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

actoscotidianos

La señora que friega todos los días a las 8menos20 el trozo de acera que le corresponde con un semicírculo perfecto que me obliga a bordear, no estaba esta mañana. Es posible que se le hayan pegado las sabanas o que haya decidido esconderse debajo de las mantas y dormir durante todo el día. Es posible que de repente haya comprendido que es una pérdida de tiempo levantarse tan temprano solo para limpiar algo que en menos de cinco minutos estará exactamente igual que antes. La imagino metida en la cama, tapada hasta la nariz, sonriendo por el descaro de haberse declarado en huelga de los actos cotidianos.
El resto de camino al trabajo lo empleo en hacer una lista mental (cada vez soy más fan de las listas) con todos esos actos cotidianos a los que les declararía la guerra;
-El sonido del despertador.
-Salir de la cama cuando todavía es de noche.
-Tomarme un café con leche deprisa en lugar de unas tostadas y un zumo de naranja mientras suena Barry White.
-Llegar la primera a la oficina como si fuera a heredar la empresa.
-Caminar muy deprisa para llegar pronto a casa para comer rápido para terminar rápido y volver al trabajo otra vez rápido y tener la sensación de que me paso el día corriendo.
-No tener dinero nunca para nada pero no perdonar un sábado como si fuera otra forma de religión.
-Quedarme todo el domingo en la cama para después lamentarme de haberme quedado todo el domingo en la cama.
-Empezar un libro y abandonarlo en la mesilla durante semanas porque me voy a dormir a la hora en la que lo hacen las señoras de 80 años.
-Acordarme de que no me he lavado los dientes cuando ya estoy debajo del nórdico y fuera de el hace frío polar.
-Pensar que me cruzaré contigo por la calle y me dirás que has comprado dos billetes para un destino muy muy lejano y nos vamos mañana para no volver.

Voy a parar, tanto acto cotidiano inamovible me está deprimiendo…

lunes, 22 de noviembre de 2010

estás


En las puertas abiertas y las ventanas cerradas. En las cosas fuera de su sitio como si se hubieran declarado en rebeldía. En la lupa en la mesita al lado de los mandos perfectamente alineados. En las notas en el despacho y las recetas inventadas. El trapo en el tendedero y el pan al sol. En la paella de los domingos y los helados de después en pleno enero. En las prisas y en el baile de sillas después de comer. En la forma de llamarme vanesita. En los huecos entre los sofás. En las fotos y en los libros. En las películas con acento sudamericano. En los viajes planeados con un año de antelación. En el jardín y en el olivo.

En la sensación de vacío y de miedo.
En las pérdidas que no entendemos.
En los ojos de los que no se acostumbran a vivir sin ti.
En la certeza de que ahora que no estás esto tiene menos sentido.


martes, 16 de noviembre de 2010

lunademielaescondidas


Sentada en un banquito de tres patas hace equilibrios imposibles. Enciende un cigarrillo y vuelve a mirar el móvil, nada nuevo. Cansada de esperar se levanta con un solo pie y las ideas más claras que hace cinco minutos, decidida a irse escucha su voz, cuando se gira sabe que ha perdido el duelo antes de que empiece.
Está igual que hace unos días, que hace un mes. Los vaqueros, las zapatillas, la cazadora…la misma sonrisa girada, a veces torcida. Su cara refleja lo mismo y a ella le recuerda a lo mismo. Se saludan con dos besos torpes, ¿tomamos algo?, diez minutos más tarde están sentados delante de un par de cervezas y un silencio incomodo, cortante.

El discurso, aprendido. Una semana repitiéndoselo a si misma debería ser más que suficiente para poder decirlo en voz alta, el problema es que con él delante todo parece distinto y se le olvida que no puede ser. 
Casi sin darse cuenta empieza a hablar.
Las palabras salen solas pero no tienen nada que ver con las que había copiado 100 veces en las paredes de su habitación. Cuando termina, él la está mirando entre asustado y sorprendido, halagado. Una vez más no sabe que decir;  Solo puedo prometerte que me quedaré contigo esta noche, nada más.
En cuanto salen del bar dejándose a medias las cervezas y los silencios a ella le parece escuchar Luna de miel a escondidas saliendo de alguno de los coches que esperan en el semáforo, sonríe y desconecta, está bien, dice a media voz, ya lo pensaré mañana…

lunes, 15 de noviembre de 2010

gracias

Esta noche ha pasado entre pesadillas en las que me perseguían miedos infantiles con sus formas infantiles e imágenes del fin de semana en el que casi cumplí 30 años.
No he podido dormir. Nada.

Me levanto al oír el despertador y pienso que hoy sería el día perfecto para sentarme en la playa con el moleskine entre las manos, una mañana para retar los pensamientos y tirar las losas al mar. El sol recargaría las pilas que se han agotado tras dos días de no parar y empezaríamos a asumir la nueva edad y las nuevas inconsciencias de la nueva edad que ya hemos detectado unas cuantas desde el viernes.
En su lugar me espera la oficina y la ilusión del mar al fondo, justo detrás de la Cámara de comercio que lamentablemente es lo que veo desde aquí.

Pienso en que quiero daros las gracias y en que no sé por donde empezar. Casi sin darme cuenta empiezo;
Gracias.
Por los besos, los abrazos y los guiños.
Por los gestos, las miradas y la complicidad.
Gracias.
Por las caras de pez, la cámara rosa y el despertar cumpleañero.
Por la entrada para el Tanned, los chivatazos en forma de collar, mi(s) “chupa(s) vaquera(s)”, las flores para el pelo, el pijama, el bolso…
Gracias.
Por la cara de mi sobrina cuando vio los globos, la fake postal y el cumpleaños feliz.
Por el sushi, las tartas y todo lo demás.
Gracias
Por las visitas sorpresa, las sonrisas en el fondo y los cuidados intensivos.

Y por todas esas felicitaciones que llenan muros y que te recuerdan que se acuerdan de ti.

Con la esperanza de que este lunes no deje muchas secuelas y con la in-seguridad que nos provocan los cambios afianzo las nuevas bases y vuelvo a empezar.
Rescato mi goma de borrar y no hay manera de hacerte desaparecer, toda la noche corriendo y no lo consigo, ni nos alejamos, ni nos acercamos.
Esta carrera es absurda, yo me rindo.





martes, 9 de noviembre de 2010

aurelia


Aurelia limpia en mi oficina 4 veces a la semana. Mide un metro cincuentaydos(lo sé porque yo mido un metro cincuentaytres)y dice que está cansada, que siempre está cansada. Yo le digo que tome vitaminas a lo que me contesta que lo que necesita es algo para no pensar más, nunca más. La miro mientras pasa el plumero por encima de las mesas y se imagina en otro lugar, me pregunto en que momento de la vida nos enseñan a conformarnos y a ser medio felices, a estar solo medio bien.

Con todo a medias funcionamos y cuando nos caemos, nos volvemos a levantar. Como si nos hubieran programado seguimos y salimos, nos defendemos, nos aferramos.

Y cuando Aurelia sonríe y se queja y remuga, cuando me cuenta que su hijo hace rock acrobático y me enseña las fotos, cuando me dice que le gustaría como nuera porque tengo cara de buena niña, vuelve ese sentimiento que habita entre la pena y la ternura y pienso que si tuviera dinero le regalaría un viaje, para que viera mundo y soltara el plumero, para que durante unos días no fuera a medias feliz, para que al volver me contara que por fin no ha pensado en nada.

viernes, 5 de noviembre de 2010

ennoviembre

En noviembre ha cambiado la luz del comedor y sus muebles han girado por fin. Desde la nueva perspectiva la música suena distinta y los libros se leen al revés. Cualquier cambio es bueno y los que vienen después de un findesemana más largo de lo que nos hubiera gustado, aún son mejores.
Pintamos la semana diferente y con ella nosotros. Este es el mes de pasar a la treintena y jugar a hacer balance de estos 29 que llegarán a su fin en muy pocos días y que han pasado volando.

Cuando lo pienso no sé por donde empezar, muchas cosas buenas, muchas cosas reguleras, algunas cosas malas y algo que ha eclipsado todo lo demás y que nos ha hecho olvidarnos de esa teoría nuestra del cupo de cosas que nos podían pasar, ha quedado claro que el nuestro aún no estaba lleno. Ha sido el año de Agustín y sus domingos, el de bunkerizarnos muchas veces para no ver y no sentir. Año de comidas al sol, tardes de tascas, retomar la carrera que más que carrera ya es maratón, el año de conocer y desconocer, el de encontrarnos, reencontrarnos y perdernos otra vez. El de los besos con fondo rosa y los abrazos abrigados y esponjosos. Nos hemos atrincherado en el sofá y nos hemos hecho fuertes abrazadas a un cojín, o no hemos entrado en casa casi en tres días y hemos perdido la noción del tiempo y la cordura. Han habido conciertos, tropiezos, confesiones de las que nos hemos arrepentido nada más hacerlas, palabras  escurridizas en encuentros más escurridizos aún…Un año de incontinencia mensajistica y amigos virtuales, de esperar lo que no llega y rendirnos al fin.

El año de escuchar a un(el) malconsejero cantar Daniel.
El año de descrecer y ser más yo cuando menos tocaba y cuando menos se lo esperaban.
Ha sido un año para caja de recuerdos debajo de la cama, eso seguro.