Sentada en un banquito de tres
patas hace equilibrios imposibles.
Enciende un cigarrillo y vuelve a mirar el móvil, nada nuevo. Cansada de
esperar se levanta con un solo pie y las ideas más claras que hace cinco
minutos, decidida a irse escucha su voz, cuando se gira sabe que ha perdido el
duelo antes de que empiece.
Está igual que hace unos días,
que hace un mes. Los vaqueros, las zapatillas, la cazadora…la misma sonrisa
girada, a veces torcida. Su cara refleja lo mismo y a ella le recuerda a lo
mismo. Se saludan con dos besos torpes, ¿tomamos
algo?, diez minutos más tarde están sentados delante de un par de cervezas
y un silencio incomodo, cortante.
El discurso, aprendido. Una
semana repitiéndoselo a si misma debería ser más que suficiente para poder decirlo
en voz alta, el problema es que con él delante todo parece distinto y se le
olvida que no puede ser.
Casi sin darse cuenta empieza a hablar.
Las palabras salen solas pero no
tienen nada que ver con las que había copiado 100 veces en las paredes de su
habitación. Cuando termina, él la está mirando entre asustado y sorprendido,
halagado. Una vez más no sabe que decir; Solo puedo prometerte que me quedaré contigo
esta noche, nada más.
En cuanto salen del bar dejándose
a medias las cervezas y los silencios a ella le parece escuchar Luna de miel a
escondidas saliendo de alguno de los coches que esperan en el semáforo, sonríe
y desconecta, está bien, dice a media voz, ya lo pensaré mañana…
2 comentarios:
¿Por qué siempre creemos escuchar la misma canción q se escapa de un coche? No sabes cuántas veces me he agarrado a ella para seguir.
Un abrazo,
eva
en este caso porque casi seguro buscaran velas y cerillas en la oscuridad y porque cualquier excusa es buena para no pensar en nada y dejarse llevar...
estos dos acaban en tragedia, te lo digo yo...
un beso evamarín!
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