miércoles, 23 de marzo de 2011

turronesenmarzo

Vende turrones en marzo y lleva años relegando sueños y apaciguando ganas. Una mesa plegable y una cara amable para nada cercana, su cabecita debe andar en una playa paradisíaca demasiado lejos de aquí sin ser distancia suficiente. Y escondida tras su bata blanca con el nombre y el destino bordado, ignora que es mi personaje preferido desde hace algún tiempo, que le invento historias y escenarios; pienso que la rescatará un príncipe azul que se parará frente a los turrones y le ayudará a subir a su hermoso caballo blanco y le dirá eso de "no permitiré que nadie te arrincone" ante la mirada estupefacta de sus padres. Y sonrío. Le sonrío. 
Historias escondidas tras sus ojos apagados me recuerdan que no siempre somos lo que queremos ser y me devuelven a mi rutina de paseos, neurociencias, limpiezas terapéuticas y cocina como vía de escape a un tiempo que sí, podría ser mejor, pero del que tampoco me puedo quejar. Personajes nuevos y sus rincones ya perfectamente dispuestos van llenando los huecos que han dejado algunas ausencias que solo me han hecho bien, cuanto nos cuesta darnos cuenta de las cosas...
Y le digo adiós a esa magia que se escapa por el agujero hecho adrede de un pantalón vaquero que se compró el día que decidió que crecer era para los demás, a la sonrisa torcida y a los personajes inquietos. A los miedos inventados para no tener que asumir.

Se lleva esta lluvia lo que no se llevaron tormentas mayores y me regalan minutos de paz envueltos en querer hacer y poder hacer. A veces, cuando menos te lo esperas vuelves, y te reconoces en los espejos en las que ya casi ni te mirabas y te sorprendes sonriendo y siendo a ratos feliz. Y he decidido que a partir de hoy iré todos los días a comprar navidad en marzo, a ver si con un poco de suerte soy testigo privilegiado de cuando el príncipe la rescata y comprendo por fin que todo puede cambiar, cuando menos te lo esperas...