jueves, 9 de septiembre de 2010

zapatosdetacón


Me acosté pensando en esas extrañas contradicciones, hacer lo que está bien y seguir inmóvil pero tranquila, hacer lo que te apetece y notar como se mueve sin remedio algo dentro de ti.
Suelo optar por lo segundo y no siempre compensa.

He pensado muchas veces que molaría ser una de esas novias monas y paraditas a las que les dura el mismo martiniconlimón toda la noche, una de esas que a las tres de la mañana dicen; ¿cariño, nos vamos?, es que me duelen los pies!, mis amigas dicen que eso lo solucionaría saliendo por ahí con tacones, lo del dolor de pies, no lo de ser novia de, pero yo creo que me los quitaría y seguiría bailando, lo de esas chicas nada tiene que ver con el dolor de pies, es más una filosofía de vida, una manera de ser.
A veces me gustaría encontrar un novio de esos bona gent que me lleve a casa cuando esté cansada y empiece a remugar, Mage dice que me aburriría y mi tía que con el ojo que tengo mejor me quedo quietecita, yo creo que la estabilidad ahora mismo sería una especie de martirio, aunque también una trampa para pulpos descontrolados, quien sabe.

Los encuentros fortuitos molan, son cero estables, pero(por eso) molan.
Sin ataduras, sin explicaciones, sin dar nada por sentado, sin frases hechas.
A oscuras, escondidos, nada evidente ni asumible.
Molan cuando son inesperados
Molan cuando son con premeditación y alevosía
Pero sobretodo molan cuando se te olvidan en un tiempo prudencial, cuando no los tienes presentes todos los días, cuando no los revives, cuando te los puedes quitar de la cabeza sin la necesidad de darte una colleja para volver a la realidad.

Si se te olvida lo que han sido, olvidas que tú nunca llevas zapatos de tacón.
Nos movemos en círculos concéntricos, en el fondo somos carne de espiral.



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