viernes, 30 de julio de 2010

elveranoinvernal

Son las 18.00. Se acabó el día de oficina. Subo al coche, pongo algún cd de esos que he rescatado de debajo de los asientos y vuelo a Benicasim. Me espera el solecito que ya no quema, los pies descalzos en la playa y una conversación que empieza sólo cuando ya estamos en la orilla.
Este no es un verano azul, somos nosotras las que nos hemos vuelto azules.
Algunas conclusiones a las que para llegar nos han tenido que llevar de la mano aunque en el fondo ya sabíamos que no hacía falta y algunas medio palabras que dejas caer cuando se acerca una ola o cuando pisas algún agujero en la arena.
Siguen sonando canciones de otros veranos más veranos que este y con menos ganas de que fuera invierno otra vez, y aunque suenan desde lejos parece que andamos con los cascos puestos, aisLadas, herméTicas.
Gana el invierno y no sé porque.
Empecé a construir mi espacio en septiembre, después de asimilar y asentar y aclarar conceptos, que buena falta me hacía. Y empezó a hacer frío en noviembre, cuando ya tenía una manta con la que taparme y unos cuantos puntos del guión que seguiríamos desde estonces bastante claros, cristalinos. Y todo lo que nos trajo el año nuevo, entiéndase septiembre, lo trajo poco a poco, con cuenta gotas, como si nos estuviera preparando para algo mejor o para algo peor, creo que por aquel entonces, aún no lo tenía muy claro.
El invierno nos ha ido advirtiendo de las decepciones, nos ha dado un curso intensivo de como perder algo que nunca hemos tenido y ha cosido un colchón relleno de algodones para amortiguar caídas. Cual ha sido nuestra sorpresa al comprobar que después de todo hemos acabado chocando contra el suelo una vez más, como si no hubiéramos aprendido nada o como si hubiéramos desaprendido o como si nuestra memoria tuviera la capacidad de la de un pez y no nos quedara más remedio que volver a pasar por un desencanto cada vez para ser conscientes de que existen y de que además, nos suelen pasar a menudo.
Y esta vez el desencanto ha venido con un lazo rojo y con alguna confesión forzada.
Con un envoltorio que, cuanto menos, nos ha decepcionado.
Y se nos ha quedado cara de gilipollas
Y nos hemos escondido en nuestro caparazón de tortuga y hemos pensado que mejor así, por pensar algo y por darnos ánimos, que a veces parecemos nuestros propios entrenadores dándonos palmaditas en la espalda y azuzándonos para que no nos rindamos antes de llegar a la meta.
Queda verano por delante, empieza la jornada intensiva que significa lo mismo que tardes playeras y cañas en el charquito, que significa quedadas terapéuticas y comidas piscineras y que significa, otro verano, hacer unas cosas para ir tachando otras y para que cuando llegue el muy esperado fin de curso tengamos la libreta en blanco y podamos volver a empezar.

No hay comentarios: