lunes, 10 de enero de 2011

duermetranquilo


Lo mira mientras duerme y planea la escapada. Se despide en silencio mientras seca las lágrimas con la manga del pijama y se levanta despacio. Sin hacer ruido entra en el salón y empieza a escribir la nota que él encontrará al despertar. Con los ojos nublados y las manos temblorosas advierte como las palabras salen solas y bajo la luz de esa lámpara que compraron en el último viaje en el que aún paseaban cogidos de la mano, fluyen y siente como la liberan, la tranquilizan;

Querido amor;

No sé por donde empezar, no sé como despedirme de ti, no sé como decirte esto. He intentado quedarme contigo, puede que no lo hayas notado pero ya llevo un tiempo así. He dejado de sentir, estoy vacía, agotada, vencida en casi todos los minutos de esta vida juntos por la que me he dejado camuflar. Me da miedo huir pero no puedo quedarme, ya no. No siento nada cuando te miro, no veo nada en tus ojos, no me reconozco ni en ti, ni en mí. He buscado la manera de seguir amándote, he querido quedarme a tu lado, he luchado contra lo que siento en realidad. Pero no ha funcionado, nada ha servido.
He conocido a alguien y a su lado me siento viva, no puedo renunciar a eso, significaría renunciar a mí y sabes que no me lo perdonaría. Me gustan sus manos, como me tocan, como me hacen sentir. Me gusta que me sorprenda, que me bese como si no quisiera hacer otra cosa nunca más, que me recuerde quien soy con un abrazo, con una mirada entre la gente, cómplice, nuestra.
Sé que no podrás perdonarme, pero sé que tú también serás más feliz conmigo lejos de ti.

Echaré de menos que me quieras de la misma manera que ya echo de menos haberte querido tanto y una vez lejos de ti, volveré a empezar.


Cuando termina de escribir relee la nota una y otra vez. La rompe en pedazos pequeños, invisibles. Vuelve a la cama y le abraza como si no fuera hacerlo nunca más, ¿estás bien? le pregunta él que se ha despertado al sentirla tan cerca, si, contesta ella, duerme tranquilo.

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