martes, 11 de mayo de 2010

sintitulo

La primera vez que escuché de verdad la palabra cáncer tenía 11 o 12 años y recuerdo que la busqué en el diccionario para ver si me aportaba un poco de luz. Recuerdo el patio del colegio y a mis amigas alrededor, recuerdo que lo más importante era averiguar si el cáncer del que me habían hablado era benigno o maligno, en casa me dijeron que era benigno y el instinto tranquilizador que nos mantiene con los pies en las nubes hizo que me lo creyera.

Tres años más tarde perdía a la persona más importante de mi vida.

Con 16 años decidí que estudiaría psicología. Recuerdo muy poco de la época de hospitales, pero tengo una imagen muy nítida del pasillo, de los médicos hablando en bajito…la imagen de intentar descifrar los susurros, de enterarme a medias e inventarme todo lo demás.

Cuando alguien me pregunta porque me matriculo año tras año en una carrera que arrastro por desgracia como una losa enormemente pesada, siempre contesto lo mismo; yo un día decidí que quería ayudar a los que esperan en los pasillos y creo que aun lo puedo hacer.

Lo que pasa es que la vida te va poniendo trabas y acabas dejando a un lado lo que al final debería ser lo único importante, y te pones excusas a ti misma y a los demás y arrinconas sueños y olvidas porque un día tuviste tan claro lo que querías hacer con tu vida.

Y mi voluntad para un millón de cosas se quiebra cuando me siento delante de los apuntes, y miro distraída por la ventana y olvido que yo no quería olvidar.

Si me preguntan en que curso estoy siempre digo que en décimo, y si lo hace alguien que antes de preguntarme por la carrera ya me caía ligeramente mal, me doy la vuelta y me voy, la mitad de las veces dejándole con la palabra en la boca. Es como cuando las amigas de tu tía te preguntan si YA tienes novio por fin, solo que la sensación es vagamente distinta.

Y ese seguramente será mi mayor fantasma, como ya dije una vez, el de lo no conseguido y lo no terminado, y aunque últimamente nos llevamos mejor, de vez en cuando una punzadita en forma de compañero de fatigas en la cantina de la universidad me hace recordar que antes creía más en las cosas, debe ser otra consecuencia de las perdidas inevitables y de los sentimientos que te provocan esas perdidas inevitables, de las cosas que no asimilas porque no las quieres asimilar.

1 comentario:

Lidón B dijo...

llevo como un par de días intentando pensar qué poner en un post que no tiene título y comienza de forma taaaan rotunda, que encima dice: "te pones excusas a ti misma y a los demás y arrinconas sueños y olvidas porque un día tuviste tan claro lo que querías hacer con tu vida".......

esos grandes monstruos, pulpos mastodónticos, son chungos de matar, pero pudiste con agustín aunque se haya reencarnado en medusa eléctrica, ¿no?

Casualmente, creo que la carrera es lo único que he terminado de todo lo que he empezado ;-)

Besos de una inconstante incorregible