Llega
la desindependencia en el año en el que hemos recogido las cosas en capazos,
que nos las hemos echado a la espalda y hemos seguido caminando. Llega en el momento en el que no paras de
preguntarte si crecer es esto que estás haciendo tú.
El
comedor lleno de cajas y la ropa se sale sola del armario, casi como si supiera
que ese ya no será más su lugar. Y una lucha constante y apagada acompaña estos
días en los que no sé muy bien que cara poner, imaginándome en otro lugar todo
pierde sentido. Me olvido de lo que me propuse cuando llegué aquí y no miro
atrás, las decisiones me mantienen con los pies en la tierra y los miedos
levantan las barreras que no sé cuando saltaré.
Pero
ahora pienso en el mar y en mi playa de invierno, en los rincones con sol y los
paseos de arena. Pienso en lo que pierdo y lo que gano, escucho mil veces la misma
canción, por fin retomo el blog. Escondo los silencios y asumo, que asumir no
es fácil, que soy más valiente de lo que jamás pensé. Y villadestarifo ya es
extraño, mi casa está en cualquier lugar, ahora solo tengo que meter un par de
años en cajas y volver a empezar, me llevo más de lo que me traje, eso seguro.