Camina segura pero se esconde tras las
esquinas. Entonces para, coge aire, respira y sigue, como si la empujaran. Su
paso es rápido y decidido, aunque le gustaría no tenerlo todo tan claro y poder
ir más despacio para mirar mejor. Observa con los ojos de los que han visto demasiado
pero conserva esa capacidad de sorprenderse con lo pequeño y en los detalles,
como si en el fondo supiera que en ellos reside lo mejor.
Ser fuerte y seguir como una religión. El
miedo de acompañante y el humor para apaciguarlo. Todo mezclado, a veces
revuelto. La risa como refugio en los tiempos en los que hay tormenta y los
sueños en una maleta que aún no sabe muy bien donde se llevará.
La valentía es su don aunque preferiría no
tenerlo, ser valiente es enfrentarse y no siempre le apetece. Pero no se lo plantea cuando hay que
levantarse, lo piensa después, cuando ya no hay vuelta atrás.
Querer significa muchas cosas y casi ninguna
se puede explicar. Quieres sin saber y de repente, quieres porque sí. Y hay personas
con las que cuesta poco, con las que fluye tanto que desconcierta, que te sorprende.
Es en esa facilidad donde cabe todo, donde por alguna razón te sientes en casa,
donde se abrazan las penas y se ríen las torpezas, donde las horas pasan entre
cosas nuevas que contar.
Y yo la miro en la distancia más cercana que
he encontrado y la dejo girar hasta que se queda quieta, que no suele ser muy a
menudo. Entonces pone cara de que hay algo que ha entendido y decide guardárselo en una caja en el bolsillo y vuelve a girar.